La doctora Barber nos descubre que el mal tiene un rostro dolorosamente humano.
«Al llegar, Henry seguía allí. Me dejaron entrar a verlo. Estaba sentado en la celda, vestido de naranja, con las manos esposadas por delante y cabizbajo. Cuando oyó mi voz levantó la cabeza; aunque estaba llorando parecía aliviado de verme. Se levantó. Los guardias me gritaban: "¡Doctora, no lo puede tocar, ya no es su paciente, es un preso! ¡No se acerque, tiene treinta segundos!". Fui capaz de meter mis manos entre los barrotes y tocar las suyas unidas por las esposas. "Recuerda lo que hemos hablado, espero no tener que volver a verte." Fueron las últimas palabras que le dije y la última vez que lo vi.»
En Más allá del bien y del mal Virginia Barber Rioja nos cuenta mediante unas excepcionales memorias sus experiencias como psicóloga forense. El enfoque de esta joven canaria establecida en Nueva York nos abre los ojos frente a los riesgos de un sistema penitenciario que no contempla las condiciones sociales ni las necesidades básicas de reclusos con enfermedades mentales y explica el rol fundamental de sus compañeros de profesión para incidir en la creación de una ley más humana y más justa que nos permita avanzar hacia una sociedad mejor.