Segundo volumen dedicado a la mítica revista pulp norteamericana Weird Tales publicado por La Biblioteca del Laberinto, esta vez recogiendo relatos pertenecientes a su segunda década de vida. En la entrada anterior (AQUÍ) no dije nada de sus magníficos ilustradores. Me fascinan, pero como no soy un experto mencionaré solo a los dos que más me gustan: Margaret Brundage y Virgil Finlay. La primera, que es de la que he tomado las portadas para ilustrar este comentario, salvo las propias de los libros antologados por Francisco Arellano, permitidme que sea un simplón: ¡me encanta! Esas ilustraciones de erotismo tan naíf, tan inocentemente macabras, que transmiten una perversión como de juguete, tan encantadoras, me cautivan. Confieso también, por si alguien que medio siga este blog lo ignoraba, que soy un fanático de las películas de los años treinta: veo todo lo que cae en mis manos de esta década maravillosa del cine, en especial su primer lustro, tan gamberro y avanzado a su tiempo. Películas que incluso a ojos de hoy resultan poderosas. No se trata de gusto retro ni demás: son los días del pre-code, la época más salvaje que el séptimo arte viera jamás. Virgil Finlay es más terrorífico, la verdad. De él es la portada que se reproduce en la de este segundo tomo antológico de Weird Tales. Su representación gráfica del mundo lovecraftiano es modélica, un ejemplo de cómo dar vida y lograr hacer más grande cualquier relato. Ilustraciones que ennoblecen lo que tocan.