En noviembre de 1809 llegó al pueblo de Huéscar (Granada) una real orden de la Junta Central Suprema, en representación de Fernando VII, declarando la guerra a Dinamarca, como aliada de la ahora enemiga Francia de Napoleón. El cabildo de Huéscar decidió hacerse eco de esta guerra, y asumirla como propia, colocando un bando en el pueblo para general conocimiento.
En 1981, un artículo del archivero de Huéscar, Vicente González Barberán, titulado «Hay que arreglar lo de Dinamarca», destapa un hecho insólito: al parecer, nunca se llegó a dar por concluida esta guerra entre el país nórdico y el pueblecito andaluz.
Este artículo desatará un interés cada vez mayor sobre el tema, con una vorágine de noticias, cada una más estrambótica, hasta dar como resultado la firma simbólica de la paz entre las dos «potencias», llevada a cabo en Huéscar, en una multitudinaria ceremonia llena de trajes regionales y disfraces de vikingos.