El sonido de unos tiros rompe el silencio de la noche. A continuación, el chirriar de los neumáticos de un vehículo que se aleja a toda prisa. Los vigilantes del barrio corren tras él y lo encuentran unas calles más abajo. Está abandonado. Las ventanas, rotas, y el interior, lleno de sangre. Sin ninguna duda, saben que ése ha sido el escenario de un espantoso crimen.
Podría ser el Chicago de los años veinte, pero no. Se trata de la Barcelona de finales de los años cuarenta. Concretamente, la madrugada del 11 de enero de 1949. Y los tiros no eran más que el petardeo del coche en plena huída, una de las muchas pistas que unos criminales de pacotilla dejaron tras de sí.
Carmen Broto era una prostituta de lujo, una mantenida. Es difícil ponerle una etiqueta concreta y fiable cuando las pruebas y las versiones de sus coetáneos apuntan en diferentes direcciones. Y es que su asesinato generó muchas hipótesis que aún hoy en día siguen apareciendo y evolucionando. Solo los protagonistas de la