Jarabo era la oveja negra de una distinguida y acaudalada familia cuya vida errática y disoluta lo llevó por la senda del crimen: su abuelo había sido miembro del tribunal supremo, mientras que él acabaría siendo condenado a muerte por ese mismo tribunal tras protagonizar el juicio más célebre y publicitado del franquismo.
Adicto al alcohol y a las drogas, aficionado a las armas y mujeriego empedernido, Jarabo se educó en su Madrid natal, donde pasó la guerra civil, para luego darse a una vida de excesos en Puerto Rico que lo llevó a prisión en Estados Unidos.
En 1950 regresó a Madrid, donde ocho años más tarde cometería uno de los crímenes más sonados de la España negra.