El poeta, escribía René Char, tiene a lo más una tarea, nunca una misión. A esa tarea, lenta y rigurosa de la palabra, se dedica El artesano de la calle Oviedo de Rafael Lechowski en una prospección que al ser la del nos (la genealogía, la familia, las amistades, el barrio) resulta también la del nosotros. A medio camino entre la autobiografía, el diario, el dietario, la palabra del escritor expone sin máscaras las dudas, flaquezas, miedos, ambiciones, deseos en una voz que es todas las voces: Y ahora en este mismo instante soy este que mira también: un hombre más arrastrando conscientemente el maravilloso cansancio de todas las eras. La mirada del autor expone -a la vez que investiga-, una arquitectura de la sensibilidad, que es, al mismo tiempo, la del propio yo, la respuesta a la pregunta que tanto buscamos. Es este, además, un privilegiado acercamiento al estudio del escritor, donde la biografía, la propia experiencia, se imbrica con la creación a través de sus análisis lúcidos y rigurosos sobre el ir haciéndose de la propia obra: Quiero escribir sin pretensión, con la misma confianza con que mi madre escribió en mi la libertad para trepar las tapias del barrio como un gato salvaje. O las dudas, las búsquedas estilísticas, su modo de mirar y retratar la realidad: Honro con mi ronco canto su miseria inocente. En este libro de pasajes y paisajes heterogéneos, donde se concitan los orígenes (migración, padre, madre) y el testigo (Marusia, Vera), el artesano de la calle Oviedo lucha contra la fugacidad del ser humano, anónimo y aparentemente intrascendente, a través de pequeñas miniaturas donde se combate la fragilidad de la memoria y la desaparición, la lucha contra la muerte y se urge a la reivindicación de la vida: Escribir para que los vivos nos guarden los recuerdos. La trastienda de la vida es, al mismo tiempo, la trastienda del escritor: en este estudio empírico poético de la vida y el mundo, en un intenso viaje de ida y vuelta, abierto, asistemático, plural. El artesano de la calle Oviedo -el padre, el hijo, el amante, el amigo, el asceta- nos brinda la oportunidad de volver a atender, de la escucha como una emocionante manera de atrapar el mundo líquido y fugitivo que habitamos.