Hernán cortés y sus hombres llevan sitiados una semana en el palacio de axayácatl, en tenochtitlán. Famélicos y sediendos, deciden huir a medianoche, en silencio, bajo la lluvia, con los cascos de los caballos tapados con telas. Pero al llegar al canal de los toltecas, una anciana mexica que había salido con un cántaro a coger agua los sorprende en plena retirada. Y grita y los doscientos mil habitantes de la capital del imperio mexica se les echan encima a los castellanos, dispuestos a masacrarlos.