Tras "Los niños de humo" y "Carboneras", Aitana Castaño remata su «Trilogía Minera» con una novela negra sobre la corrupción y el declive de una sociedad industrial.
La ropa de los pocos niños que juegan en las calles de Lanca ya no huele a humo. La eterna neblina de la comarca tan solo es ya un recuerdo. Castilletes cerrados, minas abandonadas… Eso es todo lo que ha quedado: el vacío y las quiebras. Pero una mañana la alcaldesa aparece ahorcada en las escaleras del ayuntamiento y comienzan los rumores en el pueblo. En una palabra: corrupción.
Esta historia donde lo local es global nos la irá contando Aurora Montes, una joven periodista que oscila entre la perplejidad que le produce el abrupto fallecimiento de la alcaldesa y la impotencia de asistir a la extinción de su propio mundo: el de la ruidosa, canalla y alegre cuenca minera.
Una extraña muerte, dirigentes sin escrúpulos, gritos en las cárceles de otros tiempos, yonquis, señoras de la limpieza, reporteros, orfanatos mineros, vías de tren abandonadas, amores secretos, lingotazos de orujo a pie de barricada y un pueblo, Lanca, cuyos habitantes siempre pierden atrapados entre un futuro que no acaba de llegar y un pasado que no termina de largarse.
En este thriller la autora no abandona el recuerdo de alguno de los episodios más truculentos y acallados de nuestra historia. La memoria como reparación, la mención como justicia; las voces del pasado se cuelan nuevamente en este novela para honrar desde la ficción realidades que el plomo del silencio se empeñó en enterrar.